Me temo que, liados como estamos
con los preparativos para La Última Posada, hemos dejado algo abandonado el
blog, pero en calidad de expertos que somos en ambientación medieval, gracias a
tantas partidas como llevamos a nuestras espaldas, no podíamos dejar de
comentar algunas incongruencias que hemos detectado en el Mercado Medieval que se
ha celebrado en Córdoba este fin de semana (y no nos referimos a que vendieran
escudos del Real Madrid del tamaño de bandejas).
Por ejemplo, las ropas: a no ser
que la crisis haya llegado ya a la alta nobleza, no es normal que los
mercaderes vistieran tan bien y con tanto colorido, y más habida cuenta de que
los pj´s éramos nosotros, que para eso visitábamos el mercado. Dos de las
vendedoras llevaban incluso coronas élficas, eso no se ha visto ni en Avalon.
Luego, los olores, que estaban conseguidos sólo a medias: “el aroma dulce de la
carne asada y el pan recién horneado se mezclaba con el olor de las hierbas
aromáticas y los perfumes especiados” sí, pero, ¿Y “el acre olor de las pieles
recién curtidas y el penetrante tufillo de los tintes”? Por no hablar del
“hedor de la basura que se acumulaba en las populosas calles de la ciudad sin
alcantarillado”. Estos últimos no había forma de encontrarlos.
Igual que la ambientación, claro.
Había un par de duendes y una bruja conversando con el público, y un grupo de
músicos ambulantes deambulando por allí, y eso está muy bien. Pero ningún
semiorco enorme que nos apartase a empellones del camino del rico mercader al
que escoltaba, ni un simpático golfillo que nos arrebatase la bolsa para que lo
siguiéramos a un callejón donde comenzaba la aventura. Y la gente pagaba al
contado, no con pequeñas bolsas cerradas de manoseado cuero, o graciosos
bolsillos de seda adornados con cuentas. Ah, y los cepos, las jaulas y los
otros instrumentos de tortura estaban vacíos, nadie a quien tirar verdura
podrida.
Como somos gente muy bien
dispuesta, nos las arreglamos para disfrutarlo de todos modos, pero desde aquí
animamos al Ayuntamiento de Córdoba a corregir esos pequeños detalles, para que
la experiencia sea realista, porque la verdad es que, pese a todo, el mercado
ha estado muy bien.
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